Durante el medievo, los lienzos con que se manufacturaba la ropa se medían en varas, una unidad que equivale a 0,835 metros.
Una tela de once varas –poco más de 9 metros– se percibía como muy larga, de tal manera que meterse en camisa de once varas figuraba vestir una prenda exageradamente holgada, tal y como apunta el escritor Arturo Ortega en su artículo Historias de palabras y expresiones castellanas.
Ortega añade que la ceremonia de adopción que se celebraba en Castilla durante la Edad Media consistía en simular un parto introduciendo la cabeza del niño adoptado por una manga muy ancha de una camisa.
Meterse en camisa de once varas suponía entonces adoptar a alguien, con los problemas que esto implicaba, por decisión propia y no por necesidad.
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