Podras ver el video al final del texto donde se cuenta la leyenda
En la época del monarca Pedro I, apodado el Cruel por la población y el Justiciero por Felipe II, quien no apreciaba tener un antecesor con tan mala reputación, se presentó ante él un judío acusado de practicar la usura, una actividad estrictamente prohibida por la Iglesia.
Don Pedro, además de su crueldad, era conocido por pronunciar sentencias peculiares con un toque de humor negro. En esta ocasión, condenó al judío, aficionado al manejo del dinero, a realizar el recuento de las monedas en su tesoro almacenado en la torre. Una vez completado el inventario, se le otorgaría la libertad. El judío, anticipando lo peor, imaginaba que su cabeza seguiría un destino diferente al de su cuerpo. Sin embargo, la perspectiva de contar monedas le resultaba especialmente atractiva.
De este modo, el judío abandonó la sala del alcázar donde el rey emitió su veredicto, doblado como una bisagra. Se mostraba muy agradecido y satisfecho, no solo por salir ileso de la situación comprometida, sino también por recibir una condena relativamente leve. Tenía la certeza de que completaría su labor en pocos días. Lo recluyeron en una de las estancias de la torre, originalmente cuatro, aunque la planta baja fue rellenada durante las obras de refuerzo en el siglo XVIII. En ese lugar, sin apuros pero sin detenerse, se dispuso a realizar el recuento.
No obstante, los días transcurrían, uno tras otro, y la tarea parecía no tener fin. El judío nunca pudo concebir la magnitud asombrosa de los ahorros acumulados por el monarca. Así transcurrieron los meses y los años, hasta que, finalmente, el judío entregó su último aliento sin haber logrado concluir el recuento de las monedas.
Lo que inicialmente pensó que sería una pena ligera se transformó en una condena perpetua. Contó y contó incansablemente, tanto que se dice que, si uno se acerca a las paredes de la torre y presta atención, se puede percibir en la distancia la voz lastimera y apagada del judío, con su interminable relato contable desde el más allá.
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¿Interesante la anécdota, verdad? Bueno, supongo que historias similares debieron contarse en abundancia. La torre perdió su función militar una vez disipada la amenaza de un contraataque musulmán, por lo que adquirió diversos propósitos, principalmente como prisión. Sin embargo, nunca fue la bóveda real que la gente imagina. En la actualidad, alberga un modesto museo naval porque, por razones que desconozco, su propiedad o gestión estaba a cargo del Ministerio de Marina (actualmente sería el Ministerio de Defensa), al menos, así era hasta hace algunos años.
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