Indice
- Orígenes de la Leyenda
- La Revuelta de 1857
- Consecuencias Trágicas
- Motivos del Llanto
- Protagonistas Controvertidos
Como sabéis, Sevilla está impregnada de leyendas e historias, pero hay una que verdaderamente nos desconcierta e intriga. Y es que existe una peculiar piedra que carga consigo emociones desde el día en que ocurrió un terrible suceso en Sevilla.
Si caminamos por la calle Alfonso XII en dirección a la Plaza de Armas, por el lado derecho de la acera, justo antes de llegar al cruce con la calle Marqués de Paradas y a escasos metros de la antigua ubicación de la Puerta Real, nos encontraremos con una pequeña y solitaria piedra conocida como “La Piedra Llorosa de Sevilla”. A sus espaldas, encajada en la pared, hallamos una placa que resume su conmovedora historia, dejándonos claro que no se trata de una simple piedra. Según la tradición, este fue el lugar donde un destacado personaje de la ciudad se sentó a llorar de impotencia frente a los trágicos sucesos acontecidos. ¿Te gustaría conocer más acerca de esta historia?
Orígenes de la Leyenda
Como es común en estos relatos que entrelazan historia y leyenda, la precisión de ciertos datos suele ser desafiante. En el caso de la Piedra Llorosa, los relatos varían en cuanto al protagonista, siendo Juan José García de Vinuesa en algunos, y Miguel de Carvajal y Mendieta en otros. El primero ostentaba el cargo de Teniente de Alcalde en 1857, mientras que el segundo fue Alcalde de la ciudad. Aunque los datos apuntan a que el Alcalde Miguel de Carvajal fue el protagonista, otras fuentes señalan directamente a García de Vinuesa como la persona que, sentada en ella, derramó lágrimas de impotencia.
Pero…¿Cuál fue el desencadenante que llevó a uno de estos dos personajes mencionados a experimentar una impotencia tan profunda que lo condujo a sentarse y llorar amargamente sobre la conocida Piedra Llorosa de Sevilla?
La Revuelta de 1857
En el año 1857, bajo el reinado de Isabel II y el gobierno de Narváez, Sevilla se vio envuelta en un levantamiento popular encabezado por jóvenes de la clase media local. Este movimiento, enfrentándose a la primera guerra carlista, desató motines y levantamientos en los cuarteles. Según las fuentes, este pequeño grupo de alrededor de treinta jóvenes partió de Sevilla hacia Ronda, abogando por la República y la Libertad.
En 1857, un grupo de jóvenes sevillanos con ideales liberales, liderados por el coronel retirado Joaquín Serra y dirigidos por Cayetano Morales y Manuel Caro, decidieron rebelarse. Las razones principales detrás de este levantamiento fueron las malas cosechas y el rezago en el desarrollo del campo andaluz. Estas revueltas eran recurrentes, sucediendo aproximadamente cada década, coincidiendo con períodos de sequía. Durante estas fases, la escasez de productos agrícolas llevaba a un aumento de precios, generando malestar en la población.
El 29 de junio, los rebeldes emprendieron una marcha hacia Ronda, atravesando diversas localidades como Utrera, con la intención inicial de llegar hasta El Coronil y luego a Morón de la Frontera. En el trayecto, cometieron diversas tropelías en El Arahal y otros pueblos. Sin embargo, en Benaoján, fueron interceptados por las tropas de los regimientos de Albuera y Alcántara. En un enfrentamiento donde los insurgentes apenas dispararon, las tropas mataron a 25 de ellos en las primeras descargas y tomaron prisioneros a los supervivientes. Este incidente resultó en la destitución del gobernador y del capitán general.
La respuesta ciudadana fue brutalmente reprimida por el gobierno de Narváez, resultando en un número considerable de víctimas mortales y detenidos. Las estimaciones de prisioneros varían según las fuentes, situándose entre la veintena y el centenar. Los arrestados fueron conducidos a la prisión que, en aquel entonces, ocupaba el antiguo convento de San Laureano, ubicado en las proximidades de la piedra.
Consecuencias Trágicas
Desde Madrid, llegó con autoridad plena, tanto civil como militar, un comisionado implacable de Narváez: D. Manuel Lassala y Solera. Sin vacilación alguna, ordenó la ejecución por fusilamiento de los 82 detenidos que se encontraban recluidos en el cuartel de San Laureano.
Isabel II, a quien Sevilla había honrado cinco años antes al darle nombre al primer puente de la ciudad, fue la firmante de esas 82 sentencias de muerte para los jóvenes liberales. Estos se habían alzado en armas contra la situación del país durante el gobierno de Narváez. Madrid, ante el temor de otro foco insurgente en el sur, optó por un castigo ejemplarizante, aunque muy desproporcionado.
El alcalde D. García de Vinuesa solicitó en vano el indulto, ya que la mayoría eran menores de edad y provenían de familias aristocráticas de Sevilla. En la mañana del 11 de julio, los sacaron de San Laureano y los llevaron al Campo de Marte (actual Plaza de Armas) para ser fusilados, provocando la indignación de unos y la alegría de otros. La misma Sevilla que acudía a los autos de fe en la plaza de San Francisco llenó las afueras de la Puerta de Triana para presenciar el fusilamiento. Sacerdotes y miembros de la Caridad asistieron a los jóvenes para ayudarles a bien morir, mientras estos aún no podían creer que serían fusilados por aquellos soldados.
La ejecución fue tan rápida que no permitió que las peticiones de indulto, que se acumularon en todas las localidades y sumaron casi un centenar de páginas firmadas, llegaran a tiempo para interceder. Entre las firmas destacaba la de la infanta María Luisa, hermana de la reina Isabel II y esposa de Antonio de Orleans, duque de Montpensier.
En aquel momento espantoso, el alcalde García de Vinuesa, acompañado de dos alguaciles, hizo un último y desesperado intento por salvarlos. Los tambores redoblan, suena la descarga del piquete de ejecución, los disparos resuenan con la cruel certeza de la muerte. En un giro aún más aterrador, balas perdidas rebotan y segan las vidas de dos muchachos que, desde lo alto de un árbol, observaban la escena macabra.
Abatido, el alcalde se dirigió hacia la Puerta Real y, al encontrar un bloque de granito en una esquina, se dejó caer rompiendo a llorar, lamentándose por no haber podido detener tan atroz masacre. D. García de Vinuesa expresó su pesar sincero por la trágica muerte de aquellos sevillanos fusilados, como lo relataron los alguaciles que lo acompañaban, quienes escucharon sus lamentos repetidos durante horas. ¡Pobre ciudad, pobre ciudad!
Motivos del Llanto
A partir de ese día, y segun cuenta la leyenda…un fenómeno inexplicable se manifestó en Sevilla: las lágrimas del alcalde, al entrar en contacto con la fría piedra, comenzaron a hacer brotar agua de manera continua e incomprensible. Así nació el nombre de “La Piedra Llorosa”. Perplejo, el alcalde dispuso la colocación de una loza conmemorativa en la pared junto a la piedra, un testimonio que perdura al final de la calle Alfonso XIII de Sevilla.
Desde aquel momento, el lugar donde el alcalde derramó sus lágrimas ha sido bautizado como “La Piedra Llorosa” o “El Sillar de las Lamentaciones”, y ha sido preservado a lo largo de los años.
La Piedra Llorosa de Sevilla no ocupaba la posición actual que le conocemos. Debido a las obras de reurbanización en la zona, fue desplazada unos metros hacia atrás en tiempos recientes para no obstruir el tráfico de peatones y vehículos.
En el momento de los acontecimientos, la piedra estaba a pocos pasos de la antigua Puerta Real, originalmente llamada Puerta de Goles, que desaparecería cinco años más tarde, en 1862, precisamente durante el mandato de García de Vinuesa. Los “restos” de la antigua puerta esperaron durante años su reconstrucción, destinada a ser la entrada al cementerio de San Fernando, inaugurado apenas nueve años antes, en 1853, un proyecto que nunca se materializó.
Protagonistas Controvertidos
¿Quién derramó lágrimas sobre la Piedra Llorosa? En la mayoría de las referencias relacionadas con la Piedra Llorosa de Sevilla, se menciona que fue el alcalde de la ciudad (Miguel de Carvajal en 1857) sin especificar nombres. En ocasiones, se asocia el llanto a García de Vinuesa, quien se convirtió en alcalde en 1859, dos años después de los eventos. Dado que García de Vinuesa fue más famoso y asumió el cargo de alcalde posteriormente, es posible que la imaginación colectiva lo haya establecido como el protagonista de esta historia.
Los hechos narrados son históricos, pero la identidad del individuo que se sentó a llorar sobre el bloque de granito es parte de la leyenda, y como ocurre con las leyendas, queda a la libre interpretación del lector. Una inscripción en el lugar conmemora aquellos eventos.
Hoy en día, la piedra llorosa sigue siendo un símbolo de la historia y el patrimonio cultural de Sevilla.
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